miércoles, 14 de enero de 2015

La Francia del 98

La Francia del 98


En el último partido de clasificación para el Mundial de USA 94, jugado en el Parque de los Príncipes de París, Francia caía ante Bulgaria merced a un gol de Kostadinov en el último minuto que suponía que los franceses no estarían en el Mundial.

Sólo diez años atrás Francia había sido la campeona de Europa ( en su propio país al vencer a España en la famosa final del fallo de Arconada) y había firmado muy buenas actuaciones en los mundiales de España' 82 y México' 86.

Ahora tocaba aceptar que la mejor generación del fútbol francés de la historia: los Luis Fernández, Amorós, Bats, Rocheteau, Tigana, Giresse y sobre todo Michel Platini, no eran más que un recuerdo del pasado y afrontar que el siguiente anfitrión en una cita mundialista ( 1998 ) no iba a estar presente en el anterior mundial de USA 94.

La federación francesa reaccionó. No olvidaban que la última gran cita futbolística celebrada en terreno patrio había concluido con el triunfo francés en la Eurocopa de 1984, a la postre su único gran título.

Era necesario crear un equipo fuerte y capaz de levantar la copa del mundo en casa.


Fijándose a largo plazo en su Mundial los responsables de la selección se marcaron un objetivo más inmediato: volver a la élite europea en la Eurocopa de Inglaterra en 1996.

Para ello era necesaria cierta revolución. Tomando decisiones drásticas no fáciles de aplicar.
La principal consistió en dejar de convocar a determinados jugadores como Papain, Cantona o Ginola. Decisión complicadísima pues eran sin ninguna duda algunos de los jugadores con más calidad del conjunto francés.
Pero si bien no se discutían sus cualidades futbolísticas tampoco parecía discutible negar su carácter indisciplinado que podía prender la mecha del vestuario en cualquier momento.

Francia optó por desterrar los problemas. Puso a Aimé Jacquet al frente de la selección. Dio galones a jóvenes talentos como Desailly ó Djorkaeff y  se dispuso a hacer borrón y cuenta nueva.

El tiempo les daría la razón.

Francia se clasificó para la siguiente gran cita, la eurocopa del 96, donde firmaría una magnífica competición.
Encuadrada junto con Rumanía, España y Bulgaria. Francia empezó venciendo a los rumanos ( que venían de alcanzar los cuartos en USA 94 ), empató con España y aunque un empate a dos con Bulgaria hubiera clasificado a ambas selecciones ( España temía un tongo como el que sufrió Italia en la Euro 2004 ) los franceses no perdieron la oportunidad de vengarse ante los búlgaros tres años después venciendo a los Stoichkov y compañía .

Primera de grupo con 7 puntos de 9.

En las eliminatorias vería las dos caras de la moneda.

En cuartos contra la selección holandesa y tras un empate sin goles los lanzamientos desde los once metros clasificaron a los"bleus" para las semis.

Pero en la siguiente ronda y tras finalizar los 120 minutos reglamentarios con idéntico marcador esta vez la suerte les fue esquiva y la República Checa de los Berger, Kouba, Poborsky y Bejbl pasaba a la final de Wembley contra Alemania ( victoria germana gracias al gol de oro en la prórroga de Oliver Bierhoff ).

El resultado era muy positivo. Quizá era preocupante la falta de gol. Pero Francia había pasado de no estar en el mundial a estar entre las cuatro mejores selecciones de Europa.
Ahora tocaba mirar al cielo y otear el calendario. Francia había vuelto y tenía en mente su objetivo más ambicioso: ganar el Mundial en su propia casa.
Los responsables de la Federación gala sabían que no tenían que jugar partidos de clasificación al estar directamente clasificados como país anfitrión.
Con la tranquilidad que se sabe el ya clasificado el conjunto galo tenía dos años para conformar un combinado capaz de ser el mejor del mundo.

El sueño comienza a dibujarse en el césped

Dos años después de la euro 96, Francia tenía buenas razones para contemplar su Mundial con optimismo.
Jugaba en casa donde como he dicho había levantado su único gran título. Tenía el país entero entregado y los estadios estarían a rebosar de hinchas ansiosos por cumplir un sueño.

Pero las auténticas razones se encontraban en el césped. Con una mezcla de jugadores consagrados ( que no veteranos ) y la irrupción de jóvenes talentos el conjunto galo disponía de un auténtico equipazo.

Tras Bernard Lama, la portería de la selección fue defendida por Barthez. El guardameta había sido campeón de europa con el Olympique de Marsella ( único equipo francés en levantar la copa de Europa hasta el momento ) y venía de dejar a un club desconocido en Europa como el Mónaco en la semifinales de Champions.
Aunque algo excéntrico, Barthez tenía muy buenos reflejos y una personalidad que conectó bien con la hinchada. En la memoria de cualquier futbolero siempre habrá un hueco para al famoso beso que Blanc le plantaba en la calva a Barthez antes de cualquier choque galo.

La defensa "bleu" parecía más una línea de antidisturbios que una zaga.
Sobresalía Blanc, que tras una experiencia no demasiado buena en can barça se había marchado al Olympique de Marsella, volviendo por sus fueros y ganándose un merecido hueco en el once titular siendo además voz autorizada en el vestuario.
Desailly era un fijo en la selección. En su época milanista ( exhibición en la final de Atenas frente al Barça incluida ) había ocupado en muchas ocasiones el centro del campo. Pero finalmente "la roca" había encontrado su sitio en el centro de la defensa.
Junto a ellos ocupando el lateral derecho se encontraba Thuram, que en aquel entonces jugaba en el Parma donde sumaba una actuación buena tras otra cada fin de semana en el calcio.
En el banquillo ante un eventual problema, otro defensa de garantías, Franck Leboeuf, esperaba su oportunidad.

Así que antes de chutar a la meta de un buen guardameta como Barthez había que sobrepasar a tres "angelitos" con una media de altura de 1,87 y que eran todo contundencia, oficio y fuerza y que para colmo sabían jugar con el balón en los pies.

Por si fuera poco, la posición de lateral izquierdo, huérfana en la selección desde bastante tiempo atrás tenía ahora tres candidatos a cada cual mejor: Bixente Lizarazu, Candela y Boghossian.

El centro del campo era de lo mejorcito del mundial. Curiosamente casi todos sus jugadores venían del Calcio.
El líder era el "capi" Deschamps. Todo un ejemplo de liderazgo y de distribución de juego tanto en la selección como en la Juve.
Djorkaeff era pieza clave tanto en el conjunto galo como en su club, el Inter, con el que venía de ser campeón de la UEFA.
Y qué decir de Zinedine Zidane. Quizás habría que hacer un blog sólo para él.
El frances de origen argelino estuvo presente en la EURO 96, pero dónde explotó fue en la temporada siguiente, la 96-97, en la que prácticamente él solito llevó al Girondins de Burdeos a la final de la UEFA ( golazo desde el medio campo al Betis incluido ) ante el Schalke. La Juve se fijó en él y se lo trajo a Turín donde se adaptó con increíble rapidez al Calcio.
El "diez" francés llegaba en un estado de forma brutal. Semanas antes del Mundial Zidane levantó el Scudetto y llevó a la Juve a la final de la Champions donde cayó ante el Madrid de la séptima.

Zidane pertenecía a esa rara especie de jugadores que hace todo y todo lo hace bien.
Poseía una buena zancada y un mejor regate.  Pero donde "Zizou" marcaba las diferencias era a la hora de controlar el esférico. Pocos jugadores en la historia han sido capaces de bajar los balones que ha "matado" el francés. Por si fuera poco era un consumado lanzador de penaltis, un experto en la conducción del esférico y un gran chutador a balón parado. En suma un jugador completísimo, un auténtico crack.

Francia sabía lo que tenía en su estrella, el equipo jugaba para él y Zidane daba lo mejor de sí ya fuera marcando o asistiendo a sus compañeros.

La otra posición en la medular quedaba en manos de Jacquet, con muchas novias para ocupar el sitio. Karembeau venía de ser providencial en la conquista de la séptima copa de Europa con el Madrid. Nuevos valores como Petit, Vieira o Pires venían pisando fuerte e incluso Dugarry había jugando en banda con los "bleus".

Todo cuadraba para los galos. Pues cuando todo hacía presagiar que habría problemas para anotar tantos, ( pues sencillamente Guivarch ó Dugarry no daban la talla ) aparecieron unos cracks jovénes aunque sobradamente preparados: Thierry Henry y David Trezeguet. Pese a su precocidad estaban en las agendas de los grandes clubes de Europa y venían a demostrar que la vanguardia no era la línea débil de Francia.

Con un equipo así y con un país pendiente de sus jugadores el sueño del Mundial no era en absoluto utópico.

La primera alegría tuvo lugar durante el sorteo.
Francia fue encuadrada con dos cenicientas y un rival a batir bastante cómodo.
Los equipos débiles eran Sudáfrica y Arabia Saudí. Los africanos afrontaban su primera cita mundialista con el objetivo de vivir la experiencia y confiando sus escasas esperanzas en las botas de Benny McCarthy. Por su parte Arabia Saudí no era novata pues venía de haber alcanzado los octavos en USA 94. Pero parecía difícil que pudiera hacer algo en Francia o repetir un gol como el de Owairan.

El único rival de cierta entidad era Dinamarca. Ausente en Estados Unidos pero con un plantel estupendo con los hermanos Laudrup y hombres como Schmeichel, Helveg, Nielsen o Sand.

No sólo el grupo era asequible. También el calendario se había aliado con los galos. Los dos primeros partidos eran contra los rivales más fáciles con lo que el choque contra Dinamarca podría llegar con la clasificación ya certificada. Y encima los tres partidos se jugarían en los campos con mayor capacidad del Mundial con lo que el empuje de la afición sería más notable.

Los pronósticos se cumplieron.

En su primer partido jugado en Marsella, el equipo francés borró del mapa a Sudáfrica venciendo por tres tantos a cero con goles de Dugarry, Issa en propio puerta y Henry ya en el descuento.



Y en su segundo partido nueva exhibición y triunfo aplastante ante Arabia Saudí por cuatro goles a cero con los jóvenes como protagonistas. Goles para Trezeguet, Lizarazu y doblete de Henry.



Los mejores augurios se habían cumplido. No sólo se habían ganado los dos primeros partidos, sino que el bagaje era brutal: Siete goles a favor y portería imbatida.
Los deberes estaban hechos y el equipo clasificado para octavos.

Pero Francia sufrió un varapalo. Zidane era el 99% de los partidos un jugador muy educado tanto con rivales como colegiados. Pero cuando los cables se le cruzaban Zidane mostraba su cara más oscura. Una agresión contra Arabia Saudí le costaría a Aimé Jacquet no contar con "Zizou" hasta cuartos si el equipo lograba alcanzarlos. El Mundial no había hecho más que comenzar y Zidane no había podido demostrar su gran juego.



El partido contra Dinamarca era un "match ball" para los nórdicos que se habían complicado la vida al empatar con Sudáfrica. Por su parte el mundo tenía oportunidad de ver al gran equipo francés frente a un rival de cierto nivel después de los dos "entrenamientos" contra africanos y saudíes.

Esta vez el resultado fue más ajustado. Un penalty anotado por Djorkaeff ( que asumió la responsabilidad ante la ausencia de Zidane ) en los primeros minutos adelantó a Francia.
Pero los rivales no eran unas cenicientas, era la "dinamita roja" danesa que no perdió la cara al encuentro y empataba también desde los once metros con un magnífico lanzamiento de "don" Michael Laudrup al filo del descanso.

Francia encajaba su primer gol y se marchaba al vestuario por primera vez en la competición sin estar por delante en el marcador.
Pocos minutos después de la reanudación un barullo en el área fue resuelto con un disparo raso de órdago de Emmanuel Petit que se alojó en el fondo de las mallas de Schmeichel.


Francia se llevaba el partido. Demostraba que no era sólo un equipo capaz de ganar a rivales flojos y firmaba una liguilla inmaculada en la que sólo el equipo galo y Argentina fueron capaces de vencer en todos sus encuentros de primera fase.

El Camino a Saint Dennis.

Una vez superada la liguilla quedaba lo más difícil: afrontar las eliminatorias.
Y como he dicho, Francia no contaría con Zidane hasta cuartos.

Los tres rivales de los galos hasta la final presentaban esquemas futbolísticos muy distintos.

El primer rival era Paraguay.
Los americanos habían saldado sus dos primeros encuentros ante búlgaros y españoles con dos empates a cero para después vencer a la ya clasificada Nigeria.
Los guaraníes no tenían malos peloteros como el espanyolista Benítez ó Cardozo. Pero quedaba claro que el fuerte de Paraguay era su juego rocoso y su fuerte defensa.
Los paraguayos llegaron a Francia fuertes físicamente, guerreaban cualquier disputa y para acercarse a los dominios de su portero había que bregar contra leones como Gamarra, Ayala o Arce.
Su portero era todo un personaje. Pero con todo era uno de los mejores porteros del mundo: José Luis Chilavert.
Un guardameta tan conocido por sus espectaculares paradas como por sus lanzamientos de falta cuya efectividad rivalizaban con la de los grandes especialistas a balón parado.
Pero su fama no se quedaba en el césped. Si había alguien capaz de levantar polémica y "calentar" un partido antes de su disputa ese era Chilavert. "Rajadas", críticas, declaraciones chulescas... todo entraba dentro de la guerra del portero paraguayo.
Paraguay sabía que contaba con un gran portero y su vestuario no dudaba en respetar a su "loco" capitán.

Paraguay hizo su juego. Francia se estrellaba una y otra vez contra la muralla paraguaya. Los minutos fueron pasando y los paraguayos sabían que todo pasaba por aguantar el marcador y encomendarse a Chilavert.
Durante los primeros 90 minutos el plan funcionó ante la desesperación de una hinchada francesa que sabedores de que Paraguay venía de haber apeado a España del Mundial comenzaban a pensar en un posible "maracanazo" que los alejara del sueño mundialista.

Pero para ganar un Mundial hace falta la llamada suerte del campeón.
A seis minutos para el final de la prórroga Pires centró al corazón del área donde un especialista del juego aéreo como Trezeguet hizo una maravillosa dejada con la cabeza. Blanc empalmó el balón en boca de gol y Francia respiró tranquila.
En una victoria trabajadísima Francia avanzaba hacia los cuartos de final.


El tres julio en Saint Dennis se disputaba el partido de cuartos ante otra selección europea, Italia. Ya con Zidane en el campo.
Los transalpinos, actuales subcampeones del mundo, habían firmado una muy buena liguilla en la que vencieron a la Austria de Polster, al Camerún de Songo'o y Mboma y cosecharon un empate ante la estupenda Chile de Tapia, Zamorano y Marcelo Salas.

En octavos despacharon a Noruega al estilo italiano por un gol a cero.

Francia se enfrentaba a una selección fuerte en defensa y a un delantero en estado de gracia, Cristian Vieri. El ex de la Juve había recalado en el Atlético de Madrid español donde tras unos inicios complicados se dedicó a hincharse a marcar goles logrando el prestigioso trofeo pichichi después de anotar 24 tantos.
El ariete italiano llegaba a la eliminatoria de cuartos con cinco coles en cuatro encuentros.

De nuevo, al igual que contra Paraguay, el marcador no se movió en los primeros 90 minutos pero en esta ocasión la prórroga no cayó del lado galo. El pase se decidiría desde los once metros.

El primero en lanzar fue Zidane, ansioso por demostrar su compromiso con la selección. El francés de pasado argelino anotó.
El primer lanzador italiano fue Roberto Baggio.
No era una casualidad que el ganador del balón de oro en 1993 asumiera la responsabilidad. El lanzamiento a las nubes de Baggio cuatro años antes en la final de Los Ángeles ante Brasil había decantado que Brasil lograra el tetracampeonato. Señalado por muchos y dispuesto a vencer sus fantasmas Baggio se había desquitado al lograr transformar un penalti vital ante Chile en el primer partido. Aún así, daba la impresión que Baggio quería demostrar algo o callar bocas asumiendo cada penalti que se cruzara en su camino. En la tanda de USA 94 había fallado, pero aquí anotó ante Barthez.

La ronda continuó. Albertini y Lizarazu fallaron.
Los jóvenes Trezeguet y Henry para Francia y el veterano Costacurta para Italia marcaron en sus lanzamientos.
Apenas unos días después del partido ante Paraguay el futuro del país estaba de nuevo en las botas de Laurent Blanc. El central no falló, pero el italiano Di Biagio sí marró desde el punto fatídico.


De nuevo la afición francesa se recomponía del infarto. Estaba en semifinales después de superar a una Italia que veía de nuevo como la lotería desde los once metros la apeaba del Mundial.

El 8 de julio Francia se enfrentaba a Croacia por un puesto en la final.
Lo de Croacia era de escándalo, de mención, de monumento. Un equipo novato en una cita mundialista luchando de tú a tú contra las mejores selecciones del mundo.
Pero qué equipo madre mía: Simic, Bilic, Tudor, Kovac, Boban, Stanic, Jarni, Prosinecki, Vlaovic, Davor Suker...
El mejor equipo croata de la historia venía de haber vencido con total rotundidad a la actual campeona de Europa, Alemania, por tres goles a cero y ahora se enfrentaba al anfitrión.

El descanso acabó con empate sin goles pero los que llegaron tarde a la reanudación no saben lo que se perdieron.
Prácticamente con el pitido inicial Davor Suker realizó un desmarque aprovechando una de las subidas de Lizarazu. Controló un balón servido desde el medio campo y definió con su pierna izquierda como sólo él sabía hacer. Quinto gol del croata que empataba con Vieri y Hernández en la tanda de máximos goleadores.
Pero en la siguiente jugada Croacia no acertó a despejar. Thuram disputó un balón que cayó a Djorkaeff.  El del Inter puso un balón interior hacia el defensa galo que batía a Simic.
Dos goles en dos minutos.
A mediados de la segunda parte, Thuram repitió jugada. Bregó por un balón en la frontal. Jarni poco pudo hacer en una disputa ante el "toro" que tenía enfrente que casi lanzó por los aires al croata al impactar con él. Se hizo con el esférico para conectar con pierna izquierda un tiro ajustado ante el que nada pudo hacer el meta croata.

El fútbol tiene estas cosas. Un defensa con escasa vocación ofensiva había elegido la semifinal de un Mundial para marcar por primera vez en su vida dos goles con su selección en un mismo partido.


Francia iba a la final. A los croatas les quedaba el consuelo de alcanzar el tercer puesto al vencer a Holanda por dos goles a uno días después. Además el gol del triunfo fue anotado por Davor Suker, que con seis goles se convertía en el máximo anotador de Francia 98.

12 de julio de 1998. Estadio de Saint Dennis. La final perfecta para los organizadores: el anfitrión contra el actual campeón, Brasil

La canarinha había ido de menos a más. Tras una liguilla algo discreta en la que ganó con dudas a Escocia en el partido inaugural y perdió ante Noruega. Brasil metió la directa venciendo a Chile por cuatro goles a uno, a Dinamarca por tres a dos ( en el que fue para muchos el mejor partido del Mundial junto con el Inglaterra – Argentina ) y superado a la selección holandesa de los Van der Sar, Kluivert, Cocu, Bergkamp y cía en los lanzamientos de penalty gracias a la actuación de un gran Taffarel.

Francia saltó al campo con Barthez, Thuram, Desailly, Lebouef ( Blanc había sido expulsado ante Croacia por el colegiado español García-Aranda ), Lizarazu, Deschamps, Djorkaeff, Petit. Karembeau, Zidane y Guivarch ( a día de hoy muchos aficionados galos se preguntan por qué Aimé Jacquet optó por él ).

Por su parte Brasil jugó con los cinco de "siempre" en la zaga: Taffarel, Cafú, Roberto Carlos, Junior Baiano y Aldair. Una línea de contención de tres hombres ( que ya le había funcionado cuatro años antes con Dunga, Mazinho y Mauro Silva ) conformada por el "capi" Dunga, Leonardo y Sampaio. Y una magnífica línea de ataque con Bebeto, Rivaldo y Ronaldo.

Todo salió del lado francés.
Zidane, después de su sanción y de no haberse erigido como protagonista eligió el mejor momento para hacerlo. Corría el minuto 27 cuando el diez francés remató un córner al fondo de la red de fuerte testarazo. Nada mejor que un gol antes del descanso y justo en el minuto 45 en jugada idéntica Zidane puso el dos a cero en el marcador. Aunque en el último partido la estrella francesa marcaba claramente la diferencia.

A Francia le salía todo. Era un vendaval frente a los brasileños que tuvieron dos ocasiones muy buenas en la segunda parte. Pero una impresionante parada de Barthez a lanzamiento a bocajarro de Ronaldo y la providencial intervención bajo palos de Desailly a tiro de Bebeto certificaron que la suerte no estaba con los cariocas.
Ya a la desesperada y con un Brasil volcado al ataque ( lanzamiento al palo de Denilson incluido ), Petit salió a la contra y tras recibir un buen pase de Vieira cruzó ante Taffarel.

Tres a cero. Victoria inapelable.



El sueño se cumplía. En terreno patrio, ante su gente, la mejor generación del fútbol francés ganaba el Mundial. El "capi" Deschamps levantó la copa del mundo en Saint Dennis y ardió París.

Pero el hambre de este equipo no quedaba aquí, había cuerda para rato.

LA EUROCOPA DEL 2000

Sólo dos años después de la victoria mundialista francesa tenía lugar la primera eurocopa celebrada por dos países, la Euro 2000 de Bélgica y Holanda.

Una de las principales candidatas era Francia.
Los galos querían abandonar el san benito que rezaba que Francia sólo triunfaba en casa y demostrar que lo del Mundial no había sido casualidad.

Los "bleus" no sólo mantenían el bloque sino que éste era aún mejor.
La defensa se mantenía exactamente igual, pero dos años más les habían sentado genial a hombres como Thuram o Desailly, que sí antes tenía oficio ahora tenían más tiros pegados que las paredes de Sarajevo.
Lizarazu era ya referencia absoluta en la banda izquierda del Bayern.

En el centro del campo veteranos como Deschamps ó Djorkaeff veían como ahora Petit, Vieira o Pires eran ya auténticas figuras.
Zidane ( balón de oro en el 98 ) estaba en todos los "top" de mejor jugador y su leyenda no hacía más que crecer. Verlo valía el precio de la entrada dejando siempre su impronta de gran calidad en el césped.
En ataque los jóvenes del mundial 98, Henry y Trezeguet, se habían convertido por méritos propios en dos de los mejores llegadores del continente.
Y por si fuera poco Francia aún tenía a hombres como Karembeau, Wiltord, Anelka o Micoud.

Aimé Jacquet, el entrenador que llevó a Francia a lo más alto en el Mundial, dejaba su sitio a Roger Lemerre.

Pronto, Francia demostraría que lo de Francia 98 no era un espejismo. Sencillamente era el mejor combinado nacional del mundo.

Encuadrada en el grupo de la muerte Francia se vería de nuevo las caras en una liguilla contra Dinamarca ( que esta vez sin los Laudrup se encomendaba a Schmeichel, Sand, Helveg y Tomasson ).

Francia comenzaba su andadura un domingo 11 de junio en Brujas y desde el inicio sacó su mejor juego apabullando a los daneses por tres goles a cero con tantos de Blanc, que chutaba un rechace a puerta vacía tras jugadón al primer toque del equipo galo. Henry con un gol "marca de la casa" definiendo perfectamente tras una galopada de 50 metros. Y Wiltord tras pase de la muerte de Vieira.

El siguiente encuentro era contra una estupenda República Checa que venía de no haber cedido ni un punto en la fase de clasificación y que contaba en sus filas con uno de los mejores jugadores de su historia, Pavel Nedved, acompañado de hombres como Novotny, Nemec, Poborsky, Rosicky y Koller.
El equipo checo había debutado con derrota ante Holanda merced a un polémico penalty en los últimos minutos que casi le costó al colegiado Pierluigi Collina la condición de persona "non grata" por el gobierno checo ( y no estoy bromeando ).

A los pocos minutos de encuentro la defensa checa cometió el error de lanzar un pase atrás sin percatarse que Henry estaba "pescando" por ahí. El delantero francés no desaprovechó el regalo y batió por bajo al guardameta checo.
Un polémico penalty de Deschamps sobre Nedved fue transformado por Poborsky ( autor del mejor gol de la anterior eurocopa ) para poner las tablas en el marcador. Pero Francia era mucha Francia e insistiendo, estaba jugando MUY bien al fútbol.
Tras una serie de pases entre Vieira y Zidane ( que estaba inspiradísimo ) el balón le cayó a Henry que tras una serie de controles y sombreros cedió para que Djorkaeff la hundiera en las mallas.
Dos a uno. En sólo dos partidos Francia ya estaba clasificada y con permiso de Portugal era la selección que mejor fútbol desplegaba.

Ante Holanda, y con ambas selecciones ya clasificadas, Lemerre y Rijkaard reservaron titulares dando oportunidad a hombres del banquillo.
Y el resultado fue un partido entretenidísimo. En el primer tiempo, Dugarry y Trezeguet no desaprovecharon la oportunidad brindada por su entrenador marcando tras sendos córners botados por Micoud. Pero Holanda jugaba en casa y no quería defraudar a la parroquia y con tres muy buenos goles de Kluivert, Frank de Boer ( de tiro libre ) y Zenden se llevaba el triunfo y el liderato del grupo "D".


En cuartos de final Francia se enfrentaba a España.

La selección española se había clasificado a base de goleadas pero volvió a demostrar que se le atragantaban las grandes citas. Su primer partido contra Noruega se había saldado con una derrota que quitaba la titularidad al guardameta Molina tras una salida desafortunada que le costó al combinado español el encuentro.
En su segundo partido España consiguió vencer a la valiente Eslovenia de Zahovic, Ceh y Pavlin gracias a los goles de Rául y Etxeberría.
Y en su último encuentro había llevado al infarto a los aficionados españoles al vencer sobre la bocina a Yugoslavia con goles de Munitis y Alfonso en un espectacular fin de partido. Un triunfo que fue recordado durante mucho tiempo como la mayor gesta hecha por la selección.

El partido echó a andar y Francia tomó el mando y el control, mientras que España puso las ganas.
En el minuto 30 el lateral de la Real Sociedad Agustín Aranzábal derribó a Djorkaeff, cometiendo una falta a escasos metros de la frontal del área. Una excelente ocasión para un especialista.

Y si había un buena lanzador a balón parado en la selección gala ese era Zinedine Zidane. El marsellés lo tuvo claro. Él cogió el balón, el lo colocó y él lo rompió.

El lanzamiento voló por encima de la barrera. No fue un disparo súper ajustado, pero fue tan fuerte que el meta Cañizares no pudo hacer nada. Golazo de falta de "Zizou" que abría su cuenta personal en la eurocopa del 2000.
El combinado dirigido por José Antonio Camacho no se amilanó y prácticamente después de haber encajado el gol una jugada iniciada en banda derecha acabó con una pelota a Alfonso que el delantero bético abrió hacia Munitis. El delantero del Rácing, pequeño y eléctrico, fue derribado claramente por Thuram.
El colegiado Collina no lo dudó. Penalty.

Entre las filas de España se encontraba Mendieta, probablemente uno de los mejores especialistas de su generación en los lanzamientos desde los once metros. El vasco tomó su característica carrerilla en la que en ningún momento perdía de vista al portero. Lanzó y engañó a Barthez poniendo el empate y dando esperanzas a España.

Pero si un gol tiene factor psicológico, es un gol antes del descanso.
Vieria recuperó un balón y se lanzó al ataque. La defensa española se concentró en él haciendo que el medio del Arsenal se encontrara con tres jugadores dispuestos a frenarle en la frontal. Vieira eludió el choque y abrió a la banda derecha por la que se incorporaba Djorkaeff. El ex del Inter y ahora en el Kaiserlautern se sacó un durísimo lanzamiento ajustado que entró pegado al primer palo.

El marcador no se movió en un segundo tiempo en el que la crueldad se cebó con España. En los últimos minutos el colegiado decretó de nuevo pena máxima a favor de España. El especialista Mendieta estaba en el banquillo tras ser sustituido por el delantero del Athletic Ismael Urzáiz. El siete del Madrid, Raúl González, campeón de Europa semanas antes ante el Valencia CF asumió la responsabilidad de lanzar la pena máxima.
El balón y la esperanza española salió volando por los aires. El lanzamiento fue horroroso perdiéndose muy por encima de la portería defendida por Barthez.
El esquema se volvía a repetir para desesperación de los aficionados españoles. Después de una clasificación perfecta España volvía a hacer un torneo mediocre y a golpearse de nuevo contra el muro de los cuartos de final.


En semifinales, Francia se las vería con la otra gran selección en creación de juego, ( con permiso de Holanda ) Portugal. El partido era muy esperado. Las dos selecciones que mejor fútbol practicaban frente a frente.

Portugal llegaba con un equipo de escándalo.
El secreto era el siguiente: Portugal había ganado dos mundiales juveniles seguidos.
Y había unificado las dos generaciones en un mismo equipo.
Por un lado estaban los Vitor Baia, Jorge Costa, Fernando Couto, Paulo Bento, Joao Pinto, Rui Costa y la gran estrella, Luis Figo.
Por otra lado estaban los Sergio Conceiçao, Abel Xavier, Simao, Vidigal, Costinha y Nuno Gomes.

Lo dicho, entre todos un equipazo.

Hasta el punto que Portugal llegaba a la semifinal contando todos sus partidos por victorias.
En la liguilla remontó un dos a cero a Inglaterra en una de las mejores primeras partes de la historia de la eurocopas recordada por muchos por el gol de Figo a Seaman desde 35 metros que quitó las telarañas del arco inglés.
Sufrió ante la Rumanía de Stelea, Galca e Ilie a la que venció en el último minuto.
Y se permitió pintarle la cara a Alemania con un hat trick de Sergio Conceiçao en un partido dominado de cabo a rabo.
En cuartos y tras muchos años sin un buen jugador en la vanguardia lusa, Nuno Gomes se destapó con un doblete ante Turquía marcando ambos goles a pase de Luis Figo.

Las espadas en todo lo alto en Bruselas.

Mediada la primera parte Sergio Conceiçao bregó por un balón ante Deschamps. El rechace fue "pescado" por Nuno Gomes que con un remate nada fácil se sacó un disparo de la nada imposible de ajustar más al palo. Barthez sólo pudo hacer la estatua.
Portugal daba primero, así que Francia se volcó en el partido especialmente de la mano de Zidane que pedía balones a diestro y siniestro.
El francés comenzó a volver loca a la defensa portuguesa.
Recién empezada la segunda parte un balón de Thuram fue controlado en el área por un Anelka que se encontró prácticamente sin ángulo. Había que pasarla. El futbolista francés, que venía de despachar en semifinales de Champions al Bayern con un gol con la coronilla, lo hizo perfecto. Recortó y cedíó al área donde Thierry Henry con un perfecto disparo en giro la mandaba dentro para poner el empate.

Los aficionados querían ver más goles pero entonces Barthez y Baia comenzaron a sacar balones de todos los colores. Especialmente hubo dos manos: una del luso a disparo de Petit y otra del galo a cabezazo de Abel Xavier sencillamente soberbias.

Tocaba prórroga. E iba a ser dramática para los lusos.

A 5 minutos del final Trezeguet se internó en el área pero se escoró demasiado. Baia le rebañó un balón que le cayó a Wiltord sin apenas ángulo. El delantero no lo dudó y rompió el esférico que chocó en la mano del lateral Aber Xavier.
Mano clara. Pero, ¿ intencionada ?
El colegiado austriaco Günter Benkö tenía dudas y tardó en tomar la decisión. Pero tras hablar con su asistente señaló el punto fatídico.
Las protestas portuguesas fueron acaloradas y acabaron con importantes sanciones días después.

La pelota se colocó en el punto fatídico. Ese balón valía una final. Toda una responsabilidad. Pero para eso estaban los cracks. "Zizou" tomó el balón y con una tranquilidad pasmosa puso el esférico en la escuadra mientras Vaia se vencía al lado opuesto.
El mejor apareció en el mejor momento. Francia estaba en la final.


Su rival en la finalísima de Rotterdam era Italia. Dirigida por Dino Zoff, la azzurra había desplegado un buen juego tanto en la liguilla como en el partido de cuartos.
Pero lo de su semifinal pasó a los anales y será recordada por todo buen aficionado que viera ese partido y tenga buena memoria.
En un ejercicio de catenaccio puro y duro, Italia puso el autobús ante Holanda hasta sus útimas consecuencias.
El combinado holandés lo intentó de todas las formas ante un equipo que no hizo el mínimo intento por atacar.
Las ocasiones holandesas llegaban por docenas. Pero nada, no había forma humana de marcar.
Penalti a favor de Holanda. Mejor ocasión imposible. De Boer lanzaba y Toldo paraba gracias a una buena estirada.
Ni Bergkamp, Ni Kluivert, ni Cocu. El marcador holandés no se movía.
Penalti de nuevo a favor de Holanda. Kluivert engañaba a Toldo pero el balón se iba al palo.

Los espectadores en el Amsterdam Arena contemplaban una situación que rallaba el surrealismo.

La prórroga tocó su fin. Tocaba la lotería de los penaltis.

¿ Saben lo que pasó en el primer lanzamiento holandés ? Han acertado, paró Toldo
¿ Saben lo que pasó en el segundo lanzamiento holandés ? También han acertado, Stam la mandó a las nubes.

De traca.

De cuatro lanzamientos holandeses, sólo Kluivert marcó.
Di Biagio, Pessotto y sobre todo Totti ,con un gol a lo panenka, acertaron y llevaron a la azzurra a la final.


Final de oro.
Para el partido cumbre Francia formó con el once esperado: Barthez bajo palos. La defensa que todos los aficionados nos sabíamos de carrerilla; Thuram, Blanc, Desailly y Lizarazu.
Un doble pivote con Deschamps y un Vieira que había estado a gran nivel durante toda la competición. Una línea de tres con Djorkaeff y Dugarry en las bandas y como no Zidane de enganche. Y arriba Thierry Henry dispuesto a alcanzar a Nuno Gomes como máximo goleador.

Italia formó con el héroe de las semis, Toldo, bajo palos. Una durísima defensa con Iuliano, Nesta, Cannavaro y Maldini. Un centro del campo con los duros Pessotto y Di Biagio y los imaginativos Albertini y Fiore. Y arriba un ataque con marcado acento romano, Totti y Delvecchio.

Francia no quería repetir lo ocurrido en Amsterdam días antes
Pero la cosa empezó mal. Un taconazo de ensueño de Totti que se coló entre Lizarazu y Zidane sirvió para que Pessotto pusiera un magnífico centro en boca de gol. Delvecchio puso el exterior de su pie y el balón se alojó en la red.
Minuto 55. Italia no lo dudó pese a haber dado entrada a Del Piero por Fiore. Puso el autobús.

El balón lo tenía ahora Francia que acosaba a una Italia en la que Cannavaro, Toldo y sobre todo Nesta, se hincharon a despejar balones.

El partido tocaba a su fin. El catenaccio italiano podía ser campeón.

Pero estamos hablando de equipos grandes. Y los grandes tienen la fe y la suerte de los grandes.

En el 93, con el árbitro con el silbato en la boca, Italia tenía absolutamente controlado el partido alargando las posesiones.
Lo tenía todo a su favor. Tanto que la confianza hizo que Totti concediera un inocente fuera de juego. Barthez dio orden de subir y mandó el enésimo balón a la olla. En el último suspiro Trezeguet la ganó por alto. Cannavaro no acertó a despejar y el balón le cayó a Wiltord que cruzó la pelota al mal llamado palo largo de un Francesco Toldo que con desesperación contempló una realidad que no quería ver. El balón estaba dentro.

Tan increíble como a Holanda se le había ido la semifinal a Italia se le había ido el título.
La suerte hay que buscarla y Francia lo hizo.

Italia no podía permitirse físicamente una prórroga.
La regla del gol de oro instaurada en la euro 96 seguía vigente. Quien marcara se llevaba la copa.
Ante un equipo fatigado por el esfuerzo comenzó el acoso y derribo francés.

Aún no había llegado el ecuador del tiempo extra cuando Albertini perdió un balón en el medio campo que fue recogido por Pires. El extremo galo, que había entrado en el minuto 86, estaba fresco y con un cambio de ritmo y un regate se deshizo de Albertini y Cannavaro respectivamente para después filtrar un balón al punto de penalty que Nesta no alcanzó a despejar.
El esférico cayó en las botas de Trezeguet que fusiló la portería azzurra.

No había más. Gol de oro.

El héroe Trezeguet se quitaba la camiseta y se fundía en un abrazo con su entrenador que había acertado de lleno con los cambios de Wiltord, ( autor del gol del empate ) Pires ( asistente del gol de oro ) y Trezeguet ( asistente del gol del empate y autor del gol de oro ).


Primer título fuera de casa. Segunda eurocopa tras la de 1984. Segundo gran triunfo consecutivo.

Francia entraba en la historia.
Ya no había dudas. Era el mejor equipo del mundo y la mejor selección nacional de finales de los 90.

Barthez, Thuram, Blanc, Lebouef, Desailly, Lizarazu, Candela, Micoud, Petit, Djorkaeff, Vieira, Karembeau, Wiltord, Dugarry, Henry, Anelka, Trezeguet, Zidane y tantos otros.

Todo un grupo de figuras que muchos aficionados recordamos con cariño y nostalgia.
El beso de Blanc a Barthez. La "roca" Desailly. La velocidad de Henry.  La fuerza de Vieira. Los controles de Zidane... todo quedó en la retina del buen aficionado al fútbol que contempló como durante un Mundial y una Eurocopa Francia se ganaba un hueco en la historia de los grandes equipos.

Chaupeau por ellos.


J.Rafael De la Torre - futboldelsigloxxi@gmail.com









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