El Madrid de la séptima
En términos médicos una urgencia
supone realizar unas asistencia o cuidados inmediatos.
Atajar en definitiva una
situación de la manera más rápida. Y pese a esa celeridad se
contempla un término más apremiante si cabe, la emergencia.
El Madrid arrancaba la
temporada 94-95 con una urgencia en la competición nacional y una emergencia en la competición continental.
"La quinta del
buitre" había dominado con mano de hierro el ultimo lustro
liguero de los 80.
El Madrid ganó cinco
títulos de manera consecutiva ( 85 a 90 ) de forma casi insultante encumbrando a futbolistas como Buyo, Míchel, Butragueño o Hugo
Sánchez.
El dominio fue total.
Pero los tiempos cambian y en las últimas cuatro temporadas el Madrid no había catado el
entorchado liguero.
Que un equipo como el
Madrid no hubiera levantado la liga en cuatro temporadas suponía ya
de por sí una situación grave; pero cuando para colmo las cuatro
ligas van a parar a las vitrinas del eterno rival, el Barça, y has
visto como dos de ellas se te escapaban literalmente de entre los
dedos en la isla de Tenerife, la situación pasa a ser trágica.
En las últimas
temporadas el Barça del "Dream Team " había ganado los
cuatro últimos títulos ligueros, levantado la copa de Europa en Wembley y llegado a la final de Atenas.
El vecino Atleti había
ganado la copa del 91 y repetía título en 1992, para más sangre en el Bernabéu ante el propio Real.
Había que revertir la
situación. Recuperar la corona perdida ante los culés y alejar los
"fantasmas de Tenerife".
Y se consiguió.
Un magnífico equipo
liderado por Valdano y presidido por Mendoza demostró ser el equipo
más regular del campeonato.
Bien cubiertos atrás con
Buyo, Hierro y Sanchís, el Madrid fue un equipo poco goleado. El
centro del campo era de ensueño merced a los fichajes de Redondo y
Laudrup y la irrupción de Amavisca. Y arriba, un jovencísimo Raúl
comenzaba a despuntar y "bam, bam" Zamorano se convertía
en el pichichi de la competición tras conseguir 28 dianas.
En esa temporada recordada por muchos aficionados por la famosa "manita"
devuelta al Barça en el Bernabéu sólo el Deportivo puedo aguantar
el ritmo del Madrid.
En toda una "final
liguera" disputada el tres de junio de 1995, el Madrid vencía
al "Depor" por dos tantos a uno llevando Iván Zamorano la
locura a la grada con el gol del triunfo.
Cuatro años después, el
Madrid levantaba su 26º título de Liga.
Urgencia nacional
aplacada.
Pero la liga era sólo el
primer paso para solventar la "emergencia europea".
El sueño de la séptima
A fecha de septiembre del
95, el Madrid seguía siendo el equipo con más copas de Europa,
seis.
Pero la última databa de
hacía 30 años. Y para encontrar la última presencia merengue en una
final había que remontarse a 1981, cuando el Madrid de " Los
García " dobló la rodilla frente al Liverpool.
Había pasado tanto
tiempo que para el aficionado madridista las copas de Europa parecían
pertenecer a otro época. Generaciones enteras de merengues no habían
visto con sus propios ojos a su equipo ser campeón de Europa. Tenían
que resignarse a bucear en la hemeroteca o preguntarle a los más
viejos del lugar.
El Madrid y la copa de
Europa parecían ser recuerdos lejanos de antaño como bien
materializó una marca de coches en una campaña publicitaria.
La séptima se tornaba en
una utopía, un auténtico sueño para los madridistas que se negaban
a que la copa de Europa fuera "un imposible" cada
temporada.
De manera casi obsesiva
por conseguir la séptima el Madrid arrancaba la temporada 95-96 en
la máxima competición continental con un problema:
Era un novato al que le
habían cambiado el plan de estudios.
La copa de Europa ya
llevaba varios años como "Champions", pero el Madrid
debutaba en este formato. Se acabaron las eliminatorias hasta
cuartos. Ahora había que afrontar una liguilla que suponía un mayor
desgaste tras jugar cada fin de semana en Liga.
Para colmo el conjunto
blanco quedaba encuadrado en el grupo del actual campeón, el Ajax de
Amsterdam.
La fase de grupos se
saldó con un segundo puesto para un Madrid que venció en ambos
partidos al campeón suizo del Grasshopper, cosechó una victoria en
casa y un empate a domicilio ante los húngaros del Ferencvaros y
sufrió sendas derrotas ante los holandeses del Ajax.
El Madrid alcanzaba las
eliminatorias. Comenzaban los cuartos.
El Madrid quedaba
emparejado frente a la Juventus de Turín de Peruzzi, Tacchinardi,
Montero, Di Livio, Deschamps y del Piero, entre otros.
En la ida, el Real obtuvo
una victoria en terreno español. Pero dejó a la Juve viva al vencer
sólo por la mínima con un gol de Raúl.
Vuelta de cuartos ante
una escuadra italiana que juega en casa con un solo gol que remontar.
Hay panoramas mejores.
A pesar del empeño
blanco, el Madrid caía derrotado por dos goles a cero y era
eliminado de la copa de Europa. La séptima tendría que esperar un
año más.
Mirando la botella medio
llena, el Real Madrid había debutado con éxito en un sistema
desconocido hasta entonces, se había metido entre los ocho mejores
equipos del continente y había luchado de tú a tú ante el equipo
que a la postre sería el campeón ese año, la Juve ( victoria por
penaltis ante el Ajax en la final de Roma ).
Pero mirando la botella
medio vacía, y haciendo quizás una interpretación más realista, que el Real Madrid se meta entre los ocho mejores de Europa y doblegue al
campeón suizo y húngaro entra dentro de lo mínimo exigible y sobre
todo se había vislumbrado que aunque con un gran equipo el Madrid estaba un paso por detrás de los auténticos equipazos de
entonces como la Juve, el Ajax o el Milán.
La lección europea
estaba aprendida y la liga española perdida. Había que planificar
un equipo campeón para el año que viene y tirar de talonario si se
quería un Madrid que realmente pudiera disputar la copa de Europa
ante los grandes colosos del continente.
Comienza el Madrid
de la séptima
Mientras en la ribera del
Manzanares los colchoneros celebraban el doblete conseguido, en las
oficinas de Concha Espina se comenzaba a planificar la temporada
siguiente sin reparar en gastos.
Hubo relevos en todos los
ámbitos.
El equipo estaba
presidido por Lorenzo Sanz tras el abandono de Ramón Mendoza.
En el banquillo Valdano
había sido destituido a principios del año 96 y su puesto ocupado
por Arsenio Iglesias. Pero el Madrid quería más y mejor y puso su
ojo en un técnico italiano que venía de hacer campeón de Europa al
Milán, Fabio Capello.
De la mano de Sanz y con
la aprobación del técnico transalpino fueron llegando a Chamartín
una nómina de auténticos cracks que forjaron el equipo que
levantaría la séptima copa de Europa
En la vanguardia el Madrid pasó
de tener un buen ataque a tener el mejor ataque de España y
prácticamente del continente.
Aunque perdía al chileno
Zamorano que hacía las maletas rumbo a Milán para jugar con el
Inter, el Madrid fichó a dos cracks del campeonato liguero, Davor
Suker y " Pedja " Mijatovic.
Los dos eran con
muchísima diferencia los mejores jugadores de sus equipos, Sevilla y
Valencia respectivamente.
Davor era un depredador
del área que tenía una calidad exquisita en su pierna izquierda.
Por su parte Mijatovic
venía de dejar al Valencia subcampeón de liga en una temporada en
la que sin ser un delantero puro había marcado la friolera de 25
goles en el campeonato nacional.
Y para terminar de armar
el tridente Raúl González parecía empeñado en batir récords de
precocidad de cara a portería.
En el centro del campo el Madrid perdía la magia de Laudrup pero contaba con uno de los centrocampistas más completos de la historia del club: Fernando Redondo. El argentino distribuía el juego como pocos jugadores lo han hecho en el Bernabéu pero además era el primero en recuperar balones y en recorrer kilómetros en el terreno de juego.
En el centro del campo el Madrid perdía la magia de Laudrup pero contaba con uno de los centrocampistas más completos de la historia del club: Fernando Redondo. El argentino distribuía el juego como pocos jugadores lo han hecho en el Bernabéu pero además era el primero en recuperar balones y en recorrer kilómetros en el terreno de juego.
Para ayudarle, el Madrid
se fijó en un joven holandés campeón de Europa con el Ajax en
1995, Clarence Seedorf. Aunque de carácter díscolo y
rebelde Clarence se convirtió en el pulmón del Real Madrid. El
holandés tenía un físico privilegiado pero destacaba por su
polivalencia. Tenía un fuerte disparo, podía caer a bandas, poseía
calidad para regatear e incluso se defendía a balón parado. Además su temporada fue en franca progresión ganándose un puesto como
titular.
En el centro de la
defensa el Madrid se limitó a mantener su "vieja guardia":
Fernando Hierro, Sanchís y Alkorta.
En el costado izquierdo,
el Madrid haría uno de los mejores fichajes de su edad moderna,
Roberto Carlos da Silva.
El lateral llegó sin
hacer ruido a la sombra de fichajes más mediáticos y tras ser
descartado por el Inter de Milán.
El Madrid ganó uno de
los mejores laterales izquierdos de su historia. Roberto Carlos era
uno de los cinco jugadores más veloces de la liga, tenía potencia,
técnica, resistencia durante todo el partido, se sumaba al ataque
casi como un delantero más y además contaba con una pierna
izquierda capaz de sacar el cosido al balón. Sus disparos de tiro
libre eran temidos por el resto de equipos que disponían a sus
jugadores en las barreras como auténticos pelotones de fusilamiento.
Para acabar, a 24 horas
del cierre de fichajes, el Madrid fichaba por expreso deseo de
Capello a un portero, el alemán Bodo Illgner.
Hubo cierta polémica. Teóricamente la portería estaba cubierta por la experiencia de Buyo
y el relevo de Cañizares. Pero Capello parecía empeñado en que su
portero debía tener una buena talla y optó por fichar al meta
germano.
De carácter frío,
Illgner conectó poco con el vestuario, declaró tener "dos o
tres amigos en todo el equipo" y en más de una ocasión
demostró un comportamiento algo prepotente con jugadores rivales.
Pero con todo fue un
buen guardameta para el Madrid. Cometía pocos errores, se complicaba
poco o nada con el balón y aportaba seguridad.
En el mercado de invierno
el Madrid fichó del Milán a Cristian Panucci. El defensa italiano
encajó muy bien en Chamartín. Defendía bien y se solía sumar al
ataque donde a pesar de no contar con un repertorio de regates sabía
centrar bien apurando la línea. Además cuajó bien en el vestuario
y llevó al terreno de juego su impronta italiana del "otro
fútbol".
Con un portero poco
espectacular pero sobrio, una defensa que mantenía su esencia y
contaba con dos grandisimos laterales, el mando de Redondo y el
tridente Suker-Raúl- Mijatovic el Madrid comenzaba la temporada
esperando que la inversión se tradujera en buen juego.
Y se cumplieron los
pronósticos.
El Madrid venció en el
campeonato ( 90 puntos ) por delante del Barcelona de Ronaldo
Nazario. Sólo cedió cuatro derrotas y desplegó uno de los mejores
juegos de toda la liga. Sus delanteros sumaron entre sí casi 70
goles, Illgner fue el segundo portero menos goleado ( sólo superado
por el Zamora Songo'o ), Hierro, Sanchís y Redondo se consagraron y
los niños en los colegios comenzaron a imitar la carrerilla de
Roberto Carlos antes de chutar una falta.
27ª Liga al bolsillo con
un equipo superior en lo físico, en juego colectivo y en talento
individual.
Se recuperaba la Liga
ante los vecinos del Manzanares, pero en cierta manera la Liga sabía
a poco. Daba la impresión que semejante equipo podía dar más de sí. La
emergencia europea seguía latente. La obsesión por la séptima
perduraba.
¿ Era el Real Madrid un buen equipo o era un auténtico equipazo capaz de ganar una
copa de Europa ?
El año de la séptima
Capello anunció en abril
del 97 su salida del Real Madrid para volver al Milán. La directiva
madridista se fijó entonces en el alemán Jupp Heynckes. El teutón
se había ganado el pasaporte al Bernabéu tras una magnífica
temporada en la que dejó al Tenerife de los Chano, Jokanovic y
Juanele nada menos que en semifinales de la UEFA, dónde cayó ante
el Shalke 04, a la postre ganador ese año.
Jupp supo desplegar un
buen juego, para algunos quizá demasiado práctico, algo que era
relativamente sencillo habida cuenta del " plantillón "
del Real Madrid. Pero lo que no todos los entrenadores del Madrid
saben hacer y Heynckes si supo, fue saber lidiar con un vestuario
complicado, concentrar a sus jugadores para que entendieran que la
prioridad era el equipo y huir de polémicas en la sala de
prensa.
En la plantilla, dos
jugadores vascos recalaron en la disciplina del Athletic, Rafa
Alkorta y Mikel Lasa ( a día de hoy sigue ostentando el récord
madridista de gol desde más distancia ). El gran Luis Milla se
marchaba al Valencia y todo un histórico como Paco Buyo abandonaba
el fútbol.
En cuanto a las llegadas sin duda el fichaje más importante fue el del delantero Fernando
Morientes. El manchego comenzó despuntando en el Albacete y
posteriormente en el Real Zaragoza donde el "moro" saldó
sus dos temporadas mañas sumando casi 30 goles.
Junto a él también
destacaría la llegada de Aitor Karanka después de firmar unas muy buenas temporadas con el Athletic de Bilbao.
Así pues, el Real Madrid
era prácticamente un calco del equipo que había levantado
brillantemente la Liga. De hecho su once estaba muy claro.
Illgner bajo palos.
Hierro y Sanchís en el centro de la defensa. Panucci y Roberto
Carlos en los laterales. En el centro Redondo y Seedorf con Raúl
jugando de mediapunta. Y arriba Suker ( con permiso de Morientes ) y
Mijatovic.
Sí, me falta uno, pero
es la posición "sin titular " en el centro del campo en la
que fueron utilizados muchos jugadores madridistas. Como bien
reconoció Álvaro Benito ya como jugador retirado: "Sabíamos
que había diez titulares así que nos partíamos la cara en cada
entrenamiento por esa posición".
Posición que fue
compartida por jugadores como Zé Roberto, Jaime ó Guti, hasta la
llegada de Karembeau.
Todavía no había
empezado la liga y el Madrid iba a demostrar que era el más fuerte.
Todo un bombazo de Supercopa: Barça – Real Madrid.
Los culés vencieron en
la ida por dos tantos a uno en el partido recordado por muchos por
el famoso "mecherazo" a Roberto Carlos. Pero en la vuelta el Madrid dio un repaso a los azulgranas imponiéndose por cuatro a
uno.
Primer título del año
"a la saca". Pero el reto estaba por llegar.
El Real Madrid afrontaba
su segunda participación en Champions. La liguilla fue el primer
paso para demostrar que este año podía ser el que tocaba.
El Real quedaba
encuadrado contra los portugueses del Oporto que venían de ganar su
tercera liga consecutiva en Portugal gracias a los 30 goles en 32
partidos de Mario Jardel, probablemente el jugador más
intrascendente fuera del área y más letal dentro de la misma. Con
los noruegos del Rosenborg, que contaban con uno de los mejores
equipos de su historia y con el añadido de jugar en la "calentita"
Noruega. Y con el siempre complicado Olympiakos y su temible
hinchada.
Como digo, el Madrid pisó
fuerte desde el principio.
En casa se llevó los 9
puntos. Goleando y dominando de cabo a rabo. Sin
fisuras.
Ante el Rosenborg cuatro
a uno, cinco a uno frente a Olympiakos y cuatro a cero frente al
Oporto. Nada menos que 13 goles en tres partidos en casa.
A domicilio tuvo de todo: venció en terreno luso por cero goles a dos. Arrancó un empate sin
goles en el infierno griego. Y cayó ante el juego y la climatología
noruega por dos goles a cero.
Mientras se disputaba la
liguilla el Madrid se hacía en el mercado de invierno con el
francés Karembeau. Lo del jugador francés fue un culebrón como
pocos se recuerdan en el fútbol:
Llegó a posar con la
camiseta del Barcelona durante la euro de Inglaterra 96, rompió su
acuerdo, se enfrentó a la directiva de su club, la Sampdoria, intervino la FIFA... y así
fueron pasando meses y meses hasta que el 30 de diciembre Karembeau acompañado de su bellísima novia firmaba con el Real Madrid.
Así pues el Real Madrid
pasaba como primero de grupo desterrando la imagen "a
remolque" del grupo del Ajax dos años atrás. Esta vez el mejor
equipo del grupo eran claramente los merengues que se metían en
cuartos de final con muy buenas vibraciones. El Bernabéu era un fortín. Raúl, Suker y Morientes habían mojado
durante la liguilla y jugadores como Hierro y Roberto Carlos
aportaban goles como un jugador de ataque más.
En contraposición, el
buen balance merengue en Europa propició que el Madrid sufriera un
mayor desgaste firmando actuaciones irregulares en Liga. Eran muchos
los aficionados que sabían que la temporada nacional no iba a
terminar bien ( El Madrid acabó siendo cuarto en Liga ) pero la
Copa de Europa lo compensaba todo.
El Madrid se citaba con
la historia un 4 de marzo de 1998 en feudo alemán, donde no había
ganando nunca. El rival era el Bayer Leverkusen. El equipo de la
"aspirina" venía de ser subcampeón en la Bundesliga
gracias a los Beinlich, Ramelow, Kirsten y cía.
En un partido muy
complicado para los blancos, Beinlich adelantó a los teutones merced
a un buen golpeo desde media distancia.
Pero el Madrid no perdió
la cara al encuentro más con casta que con calidad.
En el segundo tiempo
Karembeau galopó hacia el área germana. A día de hoy aún se
discute si le dio de empeine, de exterior, de puntera o por qué no
decirlo, con las tres cosas a la vez. Una remate "peculiar"
que sorprendió a la defensa que vio como el remate del galo iba
ajustado al palo del portero.
Empate. Pero en Alemania
y con un partido de vuelta en el Bernabéu sabía a victoria.
El partido de vuelta fue
otro cantar. De nuevo la clave fue Karembeau. "Más le vale",
decían muchos aficionados sabedores de su rocambolesco fichaje. El
jugador francés demostró que también marcaba por arriba,
conectando un testarazo a un centro de córner que abría el marcador. Morientes
y posteriormente Fernando Hierro desde los once metros redondeaban el
tres cero definitivo.
El asalto a la séptima
era ya una realidad. El Real estaba entre los cuatro mejores equipos
de Europa.
La portería del Madrid.
El siguiente rival era el
actual campeón, el Borussia Dortmund, que la temporada anterior
había despachado a la Juventus en la final de Munich por tres goles
a uno con dos tantos de Riedle y un magnífico último gol marcado
por Ricken de impresionante vaselina sobre Peruzzi.
El Borussia daba miedo,
eran los campeones del 97 y su equipo contaba con bastantes jugadores
pertenecientes a la selección alemana campeona de Europa en el 96.
Klos, Kohler, el gran mago Möller..
La semifinal no tenía nada de fácil.
La semifinal no tenía nada de fácil.
1 de abril del 98. Medio
mundo pendiente del partido. Millones de españoles en torno a la
televisión. Pero el protagonismo no se lo iba a llevar el fútbol.
Minutos antes del pitido
inicial los ultras merengues se colgaron "literalmente" de
la red metálica del fondo sur. La red de la portería estaba unida a
dicha red metálica ( en lugar de los tradicionales postes de
sujeción ) que no pudo soportar tanto peso. En efecto dominó
portería, valla y ultras cayeron, dejando una estampa tan insólita
como sonrojante.
Faltaban apenas minutos
para el comienzo de una semifinal de Copa de Europa y el gran
estadio Santiago Bernabéu tenía una portería por los suelos.
Mientras espectadores y
televidentes seguían frotándose los ojos los operarios del club se
pusieron manos a la obra. Pero el daño era ya irreparable. Había
que colocar una nueva portería.
Estoy seguro que muchos
leerán estas líneas con una sonrisa porque lo que se vivió fue
una mezcla de desconcierto e incredulidad salpicada de una falta de
previsión y una posterior improvisación más propia de la España
cañi que del mejor club del siglo XX.
Había que empezar el
partido y el Real no tenía otra portería. Mientras los alemanes
flipaban, ( desde bastante tiempo atrás la
Bundesliga exigía a sus equipos tener porterías de repuesto en los
estadios ) operarios y representantes del club salían echando leches
a la por entonces Ciudad deportiva ( posteriormente recalificada en
el año 2001 ) para traer un nuevo arco al Bernabéu.
Hubo que romper hasta
cerrojos del recinto para entrar en el mismo. Pero cuando se halló una nueva
portería ésta no cabía en la furgoneta que había traído el club.
Gracias a la providencia un socio madridista y su hijo se encontraban en los aledaños poniendo su camión a servicio del club.
Sí señores. La portería
del Madrid, la auténtica protagonista de la semifinal, llegó desde
la Ciudad deportiva en el remolque del camión de un socio escoltada por la policía nacional.
De traca.
De traca.
Mientras los espectadores
se mordían las uñas y los delegados de la UEFA comenzaban a pensar
el "paquete" que le iba a caer al club blanco, la portería
salió por el túnel del Bernabéu ante el regocijo del respetable ganándose un hueco entre las grandes anécdotas del fútbol y
convirtiéndose en la comidilla de toda España al día siguiente.
En lo deportivo, resultado magnífico para el Real Madrid que vencía con goles de Morientes
y de sí, lo han advinado, Karembeau.
A pesar del resultado tocaba la vuelta en la siempre difícil Alemania y esta vez ante el campeón de
Europa. Aún con dos a cero pocos o ningún aficionado madridista
utilizaron después de la ida la clásica frase de "pie y medio
en...".
Había que jugar en Dortmund.
Había que jugar en Dortmund.
En un partido jugado con
cabeza y calculadora Borussia y Madrid firmaban tablas sin tanto
alguno.
Pitido final. El Madrid
estaba en la final y los aficionados madridistas comenzaban a asumir
que 17 años después de la última final y 32 después del último
título el Madrid volvía a la élite europea y podía alcanzar, de
una vez, la ansiada séptima.
La final de Amsterdam.
20 mayo de 1998.
Una fecha que muchos
aficionados merengues recuerdan mejor que el aniversario de sus
novias.
El escenario, el flamante
Amsterdam Arena.
El rival, el equipo
finalista de las últimas tres finales, ( contando también ésta )
la Juventus de Turín.
Un equipazo plagado de
estrellas de calidad y jugadores cincelados con el adn competitivo y
ganador que otorga el calcio.
Los días previos en el
hotel de concentración se habían tornado en una agónica espera
para los hombres de Heynckes. No era ganar un título más. Es ser
campeón de una competición que el Madrid y el madridismo entienden
como suya y que lleva una eternidad sin alzarse.
El Madrid formó con el
once de gala: Illgner, Hierro, Sanchís, Hierro, Panucci, Roberto
Carlos, Redondo, Seedorf, Karembeau, Raúl, Mijatovic y Morientes.
La Juventus asustaba con
Peruzzi, Torricelli, Montero, Iuliano, Pessotto, Davids, Di Livio,
Deschamps, Zidane, Del Piero y "Pippo" Inzaghi.
Casi "ná".
Casi "ná".
El balón echó a rodar
en Amsterdam.
Los madridistas temían
un gol pues remontar ante un rival italiano nunca es fácil. Esto
unido al evidente nerviosismo que supone jugar una final europea hizo
que el Real Madrid saliera algo agarrotado.
La Juve comenzó a
desplegar su juego: muy físico atrás y en los balones divididos y
confiando arriba en la calidad de Zidane y Del Piero.
Con poca puntería pero
la Juve llegaba; con ocasiones para Davids y Zidane.
El Madrid tenía que hacer dos cosas como el comer: recuperar su sitio y enseñar los dientes.
El Madrid tenía que hacer dos cosas como el comer: recuperar su sitio y enseñar los dientes.
Y lo hizo. Un tiro de
Mijatovic desde la frontal y un lanzamiento de falta de Fernando
Hierro, ambos solventados por Peruzzi, devolvieron la confianza e
hicieron que el agarrotado Madrid se soltara.
A mediados de la primera
mitad Mijatovic galopó por la banda y sirvió un balón de oro a
Raúl. Media España cantó gol. Un balón servido al primer palo
en boca de gol al remate de Raúl González. ¿ Cuántos goles ha
metido así el madrileño ? Pero el esférico se marchó por el fondo
lamiendo el palo ante la desesperación de la parroquia blanca. No se
puede ganar perdonando y como ésta habría pocas ocasiones tan
claras.
Empate a cero al
descanso.
El gol de la Séptima
Casi infiltrado para la
final, Mijatovic era un jugador titularísimo en el equipo merced a
su calidad. Pero el yugoslavo andaba reñido con el gol en Champions no habiendo marcado tanto alguno en toda la competición ( diez
partidos ). Sin embargo, no podría ni en sueños haber elegido
mejor momento para marcar su único tanto en Champions.
Corría el ya histórico
minuto 66 cuando Panucci sacó en banda hacia Seedorf que la devolvíó al primer toque. El italiano botó un centro despejado por
Torricelli. El rechace le cayó al defensa pero también atacante
Roberto Carlos que fiel a su estilo rompió el esférico. El balón
fue repelido por la defensa pero en lugar de ser rebotado quedó a
merced de quién pasara por allí.
Y el que pasaba era
Mijatovic. Demasiado bueno para fallar.
El tiempo se paró en
Amsterdam. Era un balón de oro en una final.
Mijatovic lo hizo
perfecto: tuvo la tranquilidad para driblar a Peruzzi y la calidad
para poner el balón por escasos centímetros fuera del alcance del
central Montero.
El balón entraba en las
mallas. El madridisimo rugía y Mijatovic salía disparado a celebrar
el gol con su compañero Fernando Sanz.
¿ Fuera de juego ? Pues
sí, lo era. Pero lo que importaba realmente es que se subía al
marcador de Amsterdam.
Los siguientes 25 minutos
pasaron como siglos para la afición madridista y se consumieron como
munición de un arma automática para los juventinos. La ocasión más
clara la tuvo Davids, pero tras plantarse en la frontal optó por un
tiro flojo que fue aplacado por Illgner.
El silbato del alemán
Krug puso fin a la final de Amsterdam.
Las imágenes en blanco y negro quedaban desterradas. 32 años después el Madrid era campeón de Europa, de la Champions. El capitán Manolo Sanchís levantaba la tan ansiada séptima Copa de Europa.
El Madrid de la séptima,
menudo equipazo.
Pocos defensas han tenido
la colocación, calidad y liderazgo de Manolo Sanchís.
Pocos defensas han tenido
la personalidad y han marcado tantos goles como Fernando Hierro.
No es ninguna locura
decir que Roberto Carlos ha sido el mejor lateral izquierdo del
Madrid ( con permiso de algunos jugadores como Camacho ) ni decir que
Redondo está dentro de los 10 mejores medios de la historia del club
blanco.
La polivalencia de
Seedorf.
Los goles de Raúl.
Los cabezazos del "Moro".
Los goles de Raúl.
Los cabezazos del "Moro".
Un plantel impresionante
que meses despúes levantaría en Tokio la Copa Intercontinental al
vencer al Vasco de Gama por dos tantos a uno con un gol antológico
marcado por Rául tras controlar un pase en largo y sentar a dos
defensas.
Unos recordarán las
faltas de Hierro y Roberto Carlos. Otros que no ha habido otro
jugador tan completo y con tanto raciocinio en el juego como Redondo.
Muchos desempolvarán su camiseta Kelme y sponsor Teka de su armario.
Algunos le contarán a sus hijos que el Madrid tuvo que "inventarse"
una portería traída en camión. Los raulistas recordarán cada
movimiento del "agaunís" del siete blanco en Tokio. Y a
muchos se les erizará todavía el vello al ver la repetición del
gol de Mijatovic.
J. Rafael de la Torre - futboldelsigloxxi@gmail.com
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