miércoles, 14 de enero de 2015

El Real Madrid de la Séptima

El Madrid de la Séptima

El Madrid de la séptima
En términos médicos una urgencia supone realizar unas asistencia o cuidados inmediatos.
Atajar en definitiva una situación de la manera más rápida. Y pese a esa celeridad se contempla un término más apremiante si cabe, la emergencia.

El Madrid arrancaba la temporada 94-95 con una urgencia en la competición nacional y una emergencia en la competición continental.

"La quinta del buitre" había dominado con mano de hierro el ultimo lustro liguero de los 80.
El Madrid ganó cinco títulos de manera consecutiva ( 85 a 90 ) de forma casi insultante encumbrando a futbolistas como Buyo, Míchel, Butragueño o Hugo Sánchez.
El dominio fue total.

Pero los tiempos cambian y en las últimas cuatro temporadas el Madrid no había catado el entorchado liguero.
Que un equipo como el Madrid no hubiera levantado la liga en cuatro temporadas suponía ya de por sí una situación grave; pero cuando para colmo las cuatro ligas van a parar a las vitrinas del eterno rival, el Barça, y has visto como dos de ellas se te escapaban literalmente de entre los dedos en la isla de Tenerife, la situación pasa a ser trágica.


En las últimas temporadas el Barça del "Dream Team " había ganado los cuatro últimos títulos ligueros, levantado la copa de Europa en Wembley y llegado a la final de Atenas.
El vecino Atleti había ganado la copa del 91 y repetía título en 1992, para más sangre en el Bernabéu ante el propio Real.

Había que revertir la situación. Recuperar la corona perdida ante los culés y alejar los "fantasmas de Tenerife".

Y se consiguió.
Un magnífico equipo liderado por Valdano y presidido por Mendoza demostró ser el equipo más regular del campeonato.
Bien cubiertos atrás con Buyo, Hierro y Sanchís, el Madrid fue un equipo poco goleado. El centro del campo era de ensueño merced a los fichajes de Redondo y Laudrup y la irrupción de Amavisca. Y arriba, un jovencísimo Raúl comenzaba a despuntar y "bam, bam" Zamorano se convertía en el pichichi de la competición tras conseguir 28 dianas.
En esa temporada recordada por muchos aficionados por la famosa "manita" devuelta al Barça en el Bernabéu sólo el Deportivo puedo aguantar el ritmo del Madrid.
En toda una "final liguera" disputada el tres de junio de 1995, el Madrid vencía al "Depor" por dos tantos a uno llevando Iván Zamorano la locura a la grada con el gol del triunfo.
Cuatro años después, el Madrid levantaba su 26º título de Liga.



Urgencia nacional aplacada.
Pero la liga era sólo el primer paso para solventar la "emergencia europea".

El sueño de la séptima
A fecha de septiembre del 95, el Madrid seguía siendo el equipo con más copas de Europa, seis.
Pero la última databa de hacía 30 años. Y para encontrar la última presencia merengue en una final había que remontarse a 1981, cuando el Madrid de " Los García " dobló la rodilla frente al Liverpool.

Había pasado tanto tiempo que para el aficionado madridista las copas de Europa parecían pertenecer a otro época. Generaciones enteras de merengues no habían visto con sus propios ojos a su equipo ser campeón de Europa. Tenían que resignarse a bucear en la hemeroteca o preguntarle a los más viejos del lugar.
El Madrid y la copa de Europa parecían ser recuerdos lejanos de antaño como bien materializó una marca de coches en una campaña publicitaria.
La séptima se tornaba en una utopía, un auténtico sueño para los madridistas que se negaban a que la copa de Europa fuera "un imposible" cada temporada.

De manera casi obsesiva por conseguir la séptima el Madrid arrancaba la temporada 95-96 en la máxima competición continental con un problema:
Era un novato al que le habían cambiado el plan de estudios.

La copa de Europa ya llevaba varios años como "Champions", pero el Madrid debutaba en este formato. Se acabaron las eliminatorias hasta cuartos. Ahora había que afrontar una liguilla que suponía un mayor desgaste tras jugar cada fin de semana en Liga.
Para colmo el conjunto blanco quedaba encuadrado en el grupo del actual campeón, el Ajax de Amsterdam.

La fase de grupos se saldó con un segundo puesto para un Madrid que venció en ambos partidos al campeón suizo del Grasshopper, cosechó una victoria en casa y un empate a domicilio ante los húngaros del Ferencvaros y sufrió sendas derrotas ante los holandeses del Ajax.

El Madrid alcanzaba las eliminatorias. Comenzaban los cuartos.
El Madrid quedaba emparejado frente a la Juventus de Turín de Peruzzi, Tacchinardi, Montero, Di Livio, Deschamps y del Piero, entre otros.
En la ida, el Real obtuvo una victoria en terreno español. Pero dejó a la Juve viva al vencer sólo por la mínima con un gol de Raúl.
Vuelta de cuartos ante una escuadra italiana que juega en casa con un solo gol que remontar.
Hay panoramas mejores.

A pesar del empeño blanco, el Madrid caía derrotado por dos goles a cero y era eliminado de la copa de Europa. La séptima tendría que esperar un año más.





Mirando la botella medio llena, el Real Madrid había debutado con éxito en un sistema desconocido hasta entonces, se había metido entre los ocho mejores equipos del continente y había luchado de tú a tú ante el equipo que a la postre sería el campeón ese año, la Juve ( victoria por penaltis ante el Ajax en la final de Roma ).

Pero mirando la botella medio vacía, y haciendo quizás una interpretación más realista, que el Real Madrid se meta entre los ocho mejores de Europa y doblegue al campeón suizo y húngaro entra dentro de lo mínimo exigible y sobre todo se había vislumbrado que aunque con un gran equipo el Madrid estaba un paso por detrás de los auténticos equipazos de entonces como la Juve, el Ajax o el Milán.

La lección europea estaba aprendida y la liga española perdida. Había que planificar un equipo campeón para el año que viene y tirar de talonario si se quería un Madrid que realmente pudiera disputar la copa de Europa ante los grandes colosos del continente.

Comienza el Madrid de la séptima
Mientras en la ribera del Manzanares los colchoneros celebraban el doblete conseguido, en las oficinas de Concha Espina se comenzaba a planificar la temporada siguiente sin reparar en gastos.

Hubo relevos en todos los ámbitos.
El equipo estaba presidido por Lorenzo Sanz tras el abandono de Ramón Mendoza.
En el banquillo Valdano había sido destituido a principios del año 96 y su puesto ocupado por Arsenio Iglesias. Pero el Madrid quería más y mejor y puso su ojo en un técnico italiano que venía de hacer campeón de Europa al Milán, Fabio Capello.
De la mano de Sanz y con la aprobación del técnico transalpino fueron llegando a Chamartín una nómina de auténticos cracks que forjaron el equipo que levantaría la séptima copa de Europa

En la vanguardia el Madrid pasó de tener un buen ataque a tener el mejor ataque de España y prácticamente del continente.
Aunque perdía al chileno Zamorano que hacía las maletas rumbo a Milán para jugar con el Inter, el Madrid fichó a dos cracks del campeonato liguero, Davor Suker y " Pedja " Mijatovic.
Los dos eran con muchísima diferencia los mejores jugadores de sus equipos, Sevilla y Valencia respectivamente.
Davor era un depredador del área que tenía una calidad exquisita en su pierna izquierda.
Por su parte Mijatovic venía de dejar al Valencia subcampeón de liga en una temporada en la que sin ser un delantero puro había marcado la friolera de 25 goles en el campeonato nacional.
Y para terminar de armar el tridente Raúl González parecía empeñado en batir récords de precocidad de cara a portería.


En el centro del campo el Madrid perdía la magia de Laudrup pero contaba con uno de los centrocampistas más completos de la historia del club: Fernando Redondo. El argentino distribuía el juego como pocos jugadores lo han hecho en el Bernabéu pero además era el primero en recuperar balones y en recorrer kilómetros en el terreno de juego.
Para ayudarle, el Madrid se fijó en un joven holandés campeón de Europa con el Ajax en 1995, Clarence Seedorf. Aunque de carácter díscolo y rebelde Clarence se convirtió en el pulmón del Real Madrid. El holandés tenía un físico privilegiado pero destacaba por su polivalencia. Tenía un fuerte disparo, podía caer a bandas, poseía calidad para regatear e incluso se defendía a balón parado. Además su temporada fue en franca progresión ganándose un puesto como titular.

En el centro de la defensa el Madrid se limitó a mantener su "vieja guardia": Fernando Hierro, Sanchís y Alkorta.
En el costado izquierdo, el Madrid haría uno de los mejores fichajes de su edad moderna, Roberto Carlos da Silva.
El lateral llegó sin hacer ruido a la sombra de fichajes más mediáticos y tras ser descartado por el Inter de Milán.
El Madrid ganó uno de los mejores laterales izquierdos de su historia. Roberto Carlos era uno de los cinco jugadores más veloces de la liga, tenía potencia, técnica, resistencia durante todo el partido, se sumaba al ataque casi como un delantero más y además contaba con una pierna izquierda capaz de sacar el cosido al balón. Sus disparos de tiro libre eran temidos por el resto de equipos que disponían a sus jugadores en las barreras como auténticos pelotones de fusilamiento.


Para acabar, a 24 horas del cierre de fichajes, el Madrid fichaba por expreso deseo de Capello a un portero, el alemán Bodo Illgner.
Hubo cierta polémica. Teóricamente la portería estaba cubierta por la experiencia de Buyo y el relevo de Cañizares. Pero Capello parecía empeñado en que su portero debía tener una buena talla y optó por fichar al meta germano.
De carácter frío, Illgner conectó poco con el vestuario, declaró tener "dos o tres amigos en todo el equipo" y en más de una ocasión demostró un comportamiento algo prepotente con jugadores rivales.
Pero con todo fue un buen guardameta para el Madrid. Cometía pocos errores, se complicaba poco o nada con el balón y aportaba seguridad.

En el mercado de invierno el Madrid fichó del Milán a Cristian Panucci. El defensa italiano encajó muy bien en Chamartín. Defendía bien y se solía sumar al ataque donde a pesar de no contar con un repertorio de regates sabía centrar bien apurando la línea. Además cuajó bien en el vestuario y llevó al terreno de juego su impronta italiana del "otro fútbol".
Con un portero poco espectacular pero sobrio, una defensa que mantenía su esencia y contaba con dos grandisimos laterales, el mando de Redondo y el tridente Suker-Raúl- Mijatovic el Madrid comenzaba la temporada esperando que la inversión se tradujera en buen juego.

Y se cumplieron los pronósticos.
El Madrid venció en el campeonato ( 90 puntos ) por delante del Barcelona de Ronaldo Nazario. Sólo cedió cuatro derrotas y desplegó uno de los mejores juegos de toda la liga. Sus delanteros sumaron entre sí casi 70 goles, Illgner fue el segundo portero menos goleado ( sólo superado por el Zamora Songo'o ), Hierro, Sanchís y Redondo se consagraron y los niños en los colegios comenzaron a imitar la carrerilla de Roberto Carlos antes de chutar una falta.
27ª Liga al bolsillo con un equipo superior en lo físico, en juego colectivo y en talento individual.


Se recuperaba la Liga ante los vecinos del Manzanares, pero en cierta manera la Liga sabía a poco. Daba la impresión que semejante equipo podía dar más de sí. La emergencia europea seguía latente. La obsesión por la séptima perduraba.
¿ Era el Real Madrid un buen equipo o era un auténtico equipazo capaz de ganar una copa de Europa ?

El año de la séptima
Capello anunció en abril del 97 su salida del Real Madrid para volver al Milán. La directiva madridista se fijó entonces en el alemán Jupp Heynckes. El teutón se había ganado el pasaporte al Bernabéu tras una magnífica temporada en la que dejó al Tenerife de los Chano, Jokanovic y Juanele nada menos que en semifinales de la UEFA, dónde cayó ante el Shalke 04, a la postre ganador ese año.

Jupp supo desplegar un buen juego, para algunos quizá demasiado práctico, algo que era relativamente sencillo habida cuenta del " plantillón " del Real Madrid. Pero lo que no todos los entrenadores del Madrid saben hacer y Heynckes si supo, fue saber lidiar con un vestuario complicado, concentrar a sus jugadores para que entendieran que la prioridad era el equipo y huir de polémicas en la sala de prensa.

En la plantilla, dos jugadores vascos recalaron en la disciplina del Athletic, Rafa Alkorta y Mikel Lasa ( a día de hoy sigue ostentando el récord madridista de gol desde más distancia ). El gran Luis Milla se marchaba al Valencia y todo un histórico como Paco Buyo abandonaba el fútbol.

En cuanto a las llegadas sin duda el fichaje más importante fue el del delantero Fernando Morientes. El manchego comenzó despuntando en el Albacete y posteriormente en el Real Zaragoza donde el "moro" saldó sus dos temporadas mañas sumando casi 30 goles.
Junto a él también destacaría la llegada de Aitor Karanka después de firmar unas muy buenas temporadas con el Athletic de Bilbao.

Así pues, el Real Madrid era prácticamente un calco del equipo que había levantado brillantemente la Liga. De hecho su once estaba muy claro.
Illgner bajo palos. Hierro y Sanchís en el centro de la defensa. Panucci y Roberto Carlos en los laterales. En el centro Redondo y Seedorf con Raúl jugando de mediapunta. Y arriba Suker ( con permiso de Morientes ) y Mijatovic.

Sí, me falta uno, pero es la posición "sin titular " en el centro del campo en la que fueron utilizados muchos jugadores madridistas. Como bien reconoció Álvaro Benito ya como jugador retirado: "Sabíamos que había diez titulares así que nos partíamos la cara en cada entrenamiento por esa posición".
Posición que fue compartida por jugadores como Zé Roberto, Jaime ó Guti, hasta la llegada de Karembeau.

Todavía no había empezado la liga y el Madrid iba a demostrar que era el más fuerte.
Todo un bombazo de Supercopa:  Barça – Real Madrid.

Los culés vencieron en la ida por dos tantos a uno en el partido recordado por muchos por el famoso "mecherazo" a Roberto Carlos. Pero en la vuelta el Madrid dio un repaso a los azulgranas imponiéndose por cuatro a uno.

Primer título del año "a la saca". Pero el reto estaba por llegar.

El Real Madrid afrontaba su segunda participación en Champions. La liguilla fue el primer paso para demostrar que este año podía ser el que tocaba.

El Real quedaba encuadrado contra los portugueses del Oporto que venían de ganar su tercera liga consecutiva en Portugal gracias a los 30 goles en 32 partidos de Mario Jardel, probablemente el jugador más intrascendente fuera del área y más letal dentro de la misma. Con los noruegos del Rosenborg, que contaban con uno de los mejores equipos de su historia y con el añadido de jugar en la "calentita" Noruega. Y con el siempre complicado Olympiakos y su temible hinchada.

Como digo, el Madrid pisó fuerte desde el principio.
En casa se llevó los 9 puntos. Goleando y dominando de cabo a rabo. Sin fisuras.
Ante el Rosenborg cuatro a uno, cinco a uno frente a Olympiakos y cuatro a cero frente al Oporto. Nada menos que 13 goles en tres partidos en casa.
A domicilio tuvo de todo: venció en terreno luso por cero goles a dos. Arrancó un empate sin goles en el infierno griego. Y cayó ante el juego y la climatología noruega por dos goles a cero.

Mientras se disputaba la liguilla el Madrid se hacía en el mercado de invierno con el francés Karembeau. Lo del jugador francés fue un culebrón como pocos se recuerdan en el fútbol:
Llegó a posar con la camiseta del Barcelona durante la euro de Inglaterra 96, rompió su acuerdo, se enfrentó a la directiva de su club, la Sampdoria, intervino la FIFA... y así fueron pasando meses y meses hasta que el 30 de diciembre Karembeau acompañado de su bellísima novia firmaba con el Real Madrid.

Así pues el Real Madrid pasaba como primero de grupo desterrando la imagen "a remolque" del grupo del Ajax dos años atrás. Esta vez el mejor equipo del grupo eran claramente los merengues que se metían en cuartos de final con muy buenas vibraciones. El Bernabéu era un fortín. Raúl, Suker y Morientes habían mojado durante la liguilla y jugadores como Hierro y Roberto Carlos aportaban goles como un jugador de ataque más.

En contraposición, el buen balance merengue en Europa propició que el Madrid sufriera un mayor desgaste firmando actuaciones irregulares en Liga. Eran muchos los aficionados que sabían que la temporada nacional no iba a terminar bien ( El Madrid acabó siendo cuarto en Liga ) pero la Copa de Europa lo compensaba todo.

El Madrid se citaba con la historia un 4 de marzo de 1998 en feudo alemán, donde no había ganando nunca. El rival era el Bayer Leverkusen. El equipo de la "aspirina" venía de ser subcampeón en la Bundesliga gracias a los Beinlich, Ramelow, Kirsten y cía.

En un partido muy complicado para los blancos, Beinlich adelantó a los teutones merced a un buen golpeo desde media distancia.
Pero el Madrid no perdió la cara al encuentro más con casta que con calidad.
En el segundo tiempo Karembeau galopó hacia el área germana. A día de hoy aún se discute si le dio de empeine, de exterior, de puntera o por qué no decirlo, con las tres cosas a la vez. Una remate "peculiar" que sorprendió a la defensa que vio como el remate del galo iba ajustado al palo del portero.
Empate. Pero en Alemania y con un partido de vuelta en el Bernabéu sabía a victoria.

El partido de vuelta fue otro cantar. De nuevo la clave fue Karembeau. "Más le vale", decían muchos aficionados sabedores de su rocambolesco fichaje. El jugador francés demostró que también marcaba por arriba, conectando un testarazo a un centro de córner que abría el marcador. Morientes y posteriormente Fernando Hierro desde los once metros redondeaban el tres cero definitivo.


El asalto a la séptima era ya una realidad. El Real estaba entre los cuatro mejores equipos de Europa.

La portería del Madrid.
El siguiente rival era el actual campeón, el Borussia Dortmund, que la temporada anterior había despachado a la Juventus en la final de Munich por tres goles a uno con dos tantos de Riedle y un magnífico último gol marcado por Ricken de impresionante vaselina sobre Peruzzi.

El Borussia daba miedo, eran los campeones del 97 y su equipo contaba con bastantes jugadores pertenecientes a la selección alemana campeona de Europa en el 96.
Klos, Kohler, el gran mago Möller..

La semifinal no tenía nada de fácil.

1 de abril del 98. Medio mundo pendiente del partido. Millones de españoles en torno a la televisión. Pero el protagonismo no se lo iba a llevar el fútbol.

Minutos antes del pitido inicial los ultras merengues se colgaron "literalmente" de la red metálica del fondo sur. La red de la portería estaba unida a dicha red metálica ( en lugar de los tradicionales postes de sujeción ) que no pudo soportar tanto peso. En efecto dominó portería, valla y ultras cayeron, dejando una estampa tan insólita como sonrojante.
Faltaban apenas minutos para el comienzo de una semifinal de Copa de Europa y el gran estadio Santiago Bernabéu tenía una portería por los suelos.

Mientras espectadores y televidentes seguían frotándose los ojos los operarios del club se pusieron manos a la obra. Pero el daño era ya irreparable. Había que colocar una nueva portería.

Estoy seguro que muchos leerán estas líneas con una sonrisa porque lo que se vivió fue una mezcla de desconcierto e incredulidad salpicada de una falta de previsión y una posterior improvisación más propia de la España cañi que del mejor club del siglo XX.

Había que empezar el partido y el Real no tenía otra portería. Mientras los alemanes flipaban, ( desde bastante tiempo atrás la Bundesliga exigía a sus equipos tener porterías de repuesto en los estadios ) operarios y representantes del club salían echando leches a la por entonces Ciudad deportiva ( posteriormente recalificada en el año 2001 ) para traer un nuevo arco al Bernabéu.

Hubo que romper hasta cerrojos del recinto para entrar en el mismo. Pero cuando se halló una nueva portería ésta no cabía en la furgoneta que había traído el club.
Gracias a la providencia un socio madridista y su hijo se encontraban en los aledaños poniendo su camión a servicio del club.

Sí señores. La portería del Madrid, la auténtica protagonista de la semifinal, llegó desde la Ciudad deportiva en el remolque del camión de un socio escoltada por la policía nacional.

De traca.

Mientras los espectadores se mordían las uñas y los delegados de la UEFA comenzaban a pensar el "paquete" que le iba a caer al club blanco, la portería salió por el túnel del Bernabéu ante el regocijo del respetable ganándose un hueco entre las grandes anécdotas del fútbol y convirtiéndose en la comidilla de toda España al día siguiente.




En lo deportivo, resultado magnífico para el Real Madrid que vencía con goles de Morientes y de sí, lo han advinado, Karembeau.
A pesar del resultado tocaba la vuelta en la siempre difícil Alemania y esta vez ante el campeón de Europa. Aún con dos a cero pocos o ningún aficionado madridista utilizaron después de la ida la clásica frase de "pie y medio en...".
Había que jugar en Dortmund.


En un partido jugado con cabeza y calculadora Borussia y Madrid firmaban tablas sin tanto alguno.
Pitido final. El Madrid estaba en la final y los aficionados madridistas comenzaban a asumir que 17 años después de la última final y 32 después del último título el Madrid volvía a la élite europea y podía alcanzar, de una vez, la ansiada séptima.

La final de Amsterdam.
20 mayo de 1998.
Una fecha que muchos aficionados merengues recuerdan mejor que el aniversario de sus novias.

El escenario, el flamante Amsterdam Arena.
El rival, el equipo finalista de las últimas tres finales, ( contando también ésta ) la Juventus de Turín.
Un equipazo plagado de estrellas de calidad y jugadores cincelados con el adn competitivo y ganador que otorga el calcio.

Los días previos en el hotel de concentración se habían tornado en una agónica espera para los hombres de Heynckes. No era ganar un título más. Es ser campeón de una competición que el Madrid y el madridismo entienden como suya y que lleva una eternidad sin alzarse.

El Madrid formó con el once de gala: Illgner, Hierro, Sanchís, Hierro, Panucci, Roberto Carlos, Redondo, Seedorf, Karembeau, Raúl, Mijatovic y Morientes.

La Juventus asustaba con Peruzzi, Torricelli, Montero, Iuliano, Pessotto, Davids, Di Livio, Deschamps, Zidane, Del Piero y "Pippo" Inzaghi.

Casi "ná".

El balón echó a rodar en Amsterdam.
Los madridistas temían un gol pues remontar ante un rival italiano nunca es fácil. Esto unido al evidente nerviosismo que supone jugar una final europea hizo que el Real Madrid saliera algo agarrotado.

La Juve comenzó a desplegar su juego: muy físico atrás y en los balones divididos y confiando arriba en la calidad de Zidane y Del Piero.
Con poca puntería pero la Juve llegaba; con ocasiones para Davids y Zidane.
El Madrid tenía que hacer dos cosas como el comer: recuperar su sitio y enseñar los dientes.
Y lo hizo. Un tiro de Mijatovic desde la frontal y un lanzamiento de falta de Fernando Hierro, ambos solventados por Peruzzi, devolvieron la confianza e hicieron que el agarrotado Madrid se soltara.
A mediados de la primera mitad Mijatovic galopó por la banda y sirvió un balón de oro a Raúl. Media España cantó gol. Un balón servido al primer palo en boca de gol al remate de Raúl González. ¿ Cuántos goles ha metido así el madrileño ? Pero el esférico se marchó por el fondo lamiendo el palo ante la desesperación de la parroquia blanca. No se puede ganar perdonando y como ésta habría pocas ocasiones tan claras.

Empate a cero al descanso.

El gol de la Séptima
Casi infiltrado para la final, Mijatovic era un jugador titularísimo en el equipo merced a su calidad. Pero el yugoslavo andaba reñido con el gol en Champions no habiendo marcado tanto alguno en toda la competición ( diez partidos ). Sin embargo, no podría ni en sueños haber elegido mejor momento para marcar su único tanto en Champions.

Corría el ya histórico minuto 66 cuando Panucci sacó en banda hacia Seedorf que la devolvíó al primer toque. El italiano botó un centro despejado por Torricelli. El rechace le cayó al defensa pero también atacante Roberto Carlos que fiel a su estilo rompió el esférico. El balón fue repelido por la defensa pero en lugar de ser rebotado quedó a merced de quién pasara por allí.
Y el que pasaba era Mijatovic. Demasiado bueno para fallar.
El tiempo se paró en Amsterdam. Era un balón de oro en una final.
Mijatovic lo hizo perfecto: tuvo la tranquilidad para driblar a Peruzzi y la calidad para poner el balón por escasos centímetros fuera del alcance del central Montero.
El balón entraba en las mallas. El madridisimo rugía y Mijatovic salía disparado a celebrar el gol con su compañero Fernando Sanz.

¿ Fuera de juego ? Pues sí, lo era. Pero lo que importaba realmente es que se subía al marcador de Amsterdam.

Los siguientes 25 minutos pasaron como siglos para la afición madridista y se consumieron como munición de un arma automática para los juventinos. La ocasión más clara la tuvo Davids, pero tras plantarse en la frontal optó por un tiro flojo que fue aplacado por Illgner.

El silbato del alemán Krug puso fin a la final de Amsterdam.


Las imágenes en blanco y negro quedaban desterradas. 32 años después el Madrid era campeón de Europa, de la Champions. El capitán Manolo Sanchís levantaba la tan ansiada séptima Copa de Europa.

El Madrid de la séptima, menudo equipazo.
Pocos defensas han tenido la colocación, calidad y liderazgo de Manolo Sanchís.
Pocos defensas han tenido la personalidad y han marcado tantos goles como Fernando Hierro.
No es ninguna locura decir que Roberto Carlos ha sido el mejor lateral izquierdo del Madrid ( con permiso de algunos jugadores como Camacho ) ni decir que Redondo está dentro de los 10 mejores medios de la historia del club blanco.
La polivalencia de Seedorf.
Los goles de Raúl.
Los cabezazos del "Moro".

Un plantel impresionante que meses despúes levantaría en Tokio la Copa Intercontinental al vencer al Vasco de Gama por dos tantos a uno con un gol antológico marcado por Rául tras controlar un pase en largo y sentar a dos defensas.


Unos recordarán las faltas de Hierro y Roberto Carlos. Otros que no ha habido otro jugador tan completo y con tanto raciocinio en el juego como Redondo. Muchos desempolvarán su camiseta Kelme y sponsor Teka de su armario. Algunos le contarán a sus hijos que el Madrid tuvo que "inventarse" una portería traída en camión. Los raulistas recordarán cada movimiento del "agaunís" del siete blanco en Tokio. Y a muchos se les erizará todavía el vello al ver la repetición del gol de Mijatovic.

Y todos estos recuerdos tendrán en común al Madrid del 98, el Madrid de la séptima, que devolvió la Copa de Europa a la vitrina blanca y la ilusión europea a los madridistas.

J. Rafael de la Torre - futboldelsigloxxi@gmail.com

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